un nombre.


Ella, todas las noches, dibujaba su nombre con pinceles de viento y letras de esperanza.

Dibujaba su nombre como quien baila versos a la luna, como quien roba danzas al olvido y luz a las estrellas.

Ella era una princesa ¿ya lo he dicho? Una princesa rubia y nacarada. La princesa más bella de todas las princesas.

Él era un caballero que añoraba la gloria en su estandarte. Caballero de plata, dulce como el olvido, persiguiendo otros sueños. Sólo amaba la fama ¿ya lo he dicho?

Ella, la princesita, convocaba sus ojos cada noche. Él miraba de frente, hacia el mañana.

Y nunca se encontraron.

Él, dicen las leyendas, dejó su nombre escrito en todos los combates.

Ella sigue bailando cada noche, sin perder la sonrisa, dibujando su nombre.