Bajo la luz cambiante
de este local ahogado de sí mismo,
mi soledad se vuelve
satélite imposible de tus ojos.

Tus ojos, fronterizos
entre tu realidad y mi locura,
despliegan sus portales de pestañas
para que, en un segundo,
tu horizonte parezca más cercano
y océanos de whisky asemejen latidos.

En sístole y diástole, va parándose el tiempo,
como si alguien rompiera las esferas
y arrancara, sin miedo, las agujas.

Y, si el conquistador escoge sus poblados,
yo he escogido tus ojos,
las mareas de oro que los mecen
y el imprevisto enigma
de sus profundas fosas abisales.

Es un naufragio lento.
Esta noche, la luna
inspira el oleaje de mi pulso
 y me impide mirarte sin decirte
que quiero suicidarme
en la marea secreta de tus iris
o encallar en la red de tus pupilas.

Tus orillas se alejan y se alejan…
Mi vaso se derrama tras la barra
con la muda certeza
de que se va contigo el horizonte.

... que solo quien tiene puede regalar.


ariel.