mientras cierras la noche 9.


IX

Tú me enseñaste, amor,
como una estatua plena de vacío,
a seducir los ojos de la duda,
a desandar las sordas escaleras
donde plantó su báculo el recuerdo;
me enseñaste a ensayar
una resurrección tras el eclipse,
a beber las estrellas,
a sentir en las sienes
cómo deshoja el tiempo las espadas,
a pronunciar tu carne
en el lecho cansado de los días…

Tú me enseñaste, amor,
un obsesivo éxtasis de auroras
tras clausurar
la voz de la inocencia.