XXIV
Puedo decir adiós al tragaluz
que creaba arcoiris de inocencia
y modelaba, intenso, los contornos
- la desnudez perfecta-
de tu cuerpo de mármol.
Pero amordázame;
ahora que el anillo se ha cerrado,
inicia el recorrido
por la ardiente amenaza de mi pecho
y busca la morada de mis muslos
en lascivia o ternura,
aun cuando claudiquemos
en pervertir los ojos de la sombra.