III
Dime cómo la amabas,
cómo ascendías, lento,
por la breve escalera de sus ojos,
y cómo te crecías
para alcanzar el borde de sus labios.
Dime cómo amainabas
el cristal de la noche
para arroparte en ella y descubrirla,
niña nueva, pupila, piel abierta.
Dime cómo la amabas
para que se diluya en nuestro llanto
el último recuerdo.