XII
Ven a adorar mi fuego,
mi ternura;
no me dejes desnuda y asustada
temblando ante los ojos del silencio.
Me viste tu memoria,
me duermo entre las ruinas
que esculpe lo inmediato de tu margen
y me adorno en tu pecho.
Asciendes por mi piel desordenada
y abarcas con tu voz
todas las cicatrices del ocaso.
Ven a adorar mi fuego
y adéntrate conmigo
en lo más infinito de la nada.