11 de octubre de 2002
Ya ves que todo cabe en
estos versos;
sobre todo la luna
y unas alas
dispuestas a elevarse
tras tus pasos:
tristeza y alegría,
vida y hambre,
El amor y la muerte
sin distancias.
Estos versos, la página
acabada,
son, sin limitación, un
mundo libre
armado con los restos de
un naufragio
y asido a la ilusión
de amarte ahora
sin excusa ni sombra
y para siempre.
Por esta sinrazón el mundo gira
y el engranaje ajado de mis horas
sigue tu corazón y tus silencios.
Hay un alma esperando en una esquina
pero no es la que busco.
Hay otra en la frontera de los sueños
tejiendo realidades.
Tu alma se parece al horizonte,
siempre se está alejando…
Y mis silencios son como las hojas
que alfombran corazones en otoño
y sollozan razones entre líneas.
De ti sé lo imposible de tenerte,
lo insoportable del
descubrimiento,
lo irrepetible de nuestras
palabras,
lo indispensable de tu cercanía,
lo negro del dolor,
lo fiel del llanto.
De ti tengo lo extraño de
quererte,
la belleza infantil de tu mirada,
la ajena percepción de tu caricia,
el largo anochecer sobre tus ojos,
el impensable amor,
mi frágil sueño.
De ti me falta el cuerpo
estremecido,
el privado murmullo de las noches,
la desnuda silueta de tu abrazo,
la oscura soledad que no
compartes,
el vivo corazón,
la eterna alma.
Y en el vacío espacio de tu
ausencia,
tu nombre se hace carne
y muere el día.
Ocurre que hay poemas que son míos
y hay otros que son yo
en cuerpo y alma.
En las noches de rock soy como un fuego
y me apasiona acariciar tus labios
con besos de palabras.
En las noches de blues soy una brisa
que se aferra a tus ojos como estrellas
y llora tus silencios.
En las noches de ti, cuando las puertas
se despojan de rejas y candados,
te dedico poemas
que dicen mucho más que las palabras
y con ellos te entrego cuanto siento,
cuanto soy desde ti, por ti, contigo.
Cuando duermo a tu lado,
el orden se hace firme,
impermeable
al miedo y a la duda
y todo se resuelve muy
cerca de tus ojos.
Cuando tengo tu alma
cercada por mis brazos,
se silencia el bullicio
de las lágrimas,
muere la soledad
desvanecida
y esa sombra marchita que
me puebla
se aleja de mi lado.
Tu calor o tu aliento
envolviendo la noche,
tu piel que me encadena
al infinito,
tu pecho inaccesible y
tan eterno
y todo suspendido en el
instante
de hacer carne el amor,
como un milagro.
Poder posar mis sueños en
los tuyos,
repasar tus fronteras con
mis labios
y esperar un mañana más
perfecto
que me confunda en ti sin
más derrotas
y sin más despedidas.
...a aquellos viernes de hace ya tanto tiempo...
Cada viernes,
nuestra ciudad se viste de letreros
y desnudan sus sombras las aceras.
Habitamos espacios,
como fotografías de otras vidas,
paseando las calles,
las esquinas cansadas de encontrarse
y los bares repletos
de sexo y de palabras.
Mi cuerpo se diluye hacia tu cuerpo
como un interrogante
y, cada viernes, busca los indicios
para acercarse a ti,
para alejarse del cristal de tus ojos
o para descubrir en tu presente
un rastro de memorias.
Madrid elige el viernes luces propias
para la escena que representamos.
Yo, desde las trincheras de mi cárcel,
encadeno el deseo
a las columnas
de verbos y adjetivos…
Mis pupilas se funden con tu boca
o, siempre brevemente, con las tuyas.
Tengo miedo de ti. De decir todo
cuanto debo callar,
de revelarme en alguna mirada.
Tú, tan lejos, tan cerca,
permaneces ajeno
a la tragicomedia de mi noche,
al deseo impensable de tu cuerpo,
a la lujuria esquiva de tus labios
al recurrente sueño de caricias
de cerveza y penumbra.
Cada viernes
te acercas y te escapas
y yo te llamo “amor” como en un rezo,
como en una insistente letanía,
esperando, impaciente, abandonada,
a que un viernes cualquiera,
si la suerte se pone de mi parte,
decidas que me quieres.
Hoy he dicho tu nombre.
He elegido tu nombre,
entre todos los nombres que conozco,
para iniciar con él la letanía de palabras perfectas
que atraerán el milagro.
(Tu nombre es el conjuro más antiguo,
el poderoso tantra que me une a mí misma.)
He encontrado tu nombre
buscando el lado oscuro
de un corazón anclado en estrategias
y tácticas en verso.
(Tu nombre, en realidad, es un poema:
la más bella de todas las palabras,
de todos los silencios,
de todas las sonrisas.)
Ahora beso tu nombre
y se me escapa el alma en cada letra,
en las sílabas vivas que pronuncian tu cuerpo
y en todo lo que eres.
(Tu nombre es el amor que nunca digo
y el milagro que espero. Desde nunca.)
A Marty McFly
Todo cuanto tú sientes es real,
como te dijo ella, como sabes…
También cuanto yo siento: la tristeza
del desamor como la Sirenita,
la inocente ilusión de Cenicienta,
el dolor de la Bestia en la distancia,
el amor contra todo, como Bella
la alegría infantil de Campanilla…
Todo eso es real como esta alma
que separas de ti sin más opciones,
como este corazón desconcertado
que no sabe qué hacer con tanta ausencia.
A Nacho, El Lobo
Paz y viento en la cara,
lobo amigo.
Paz para el corazón, sin
mal ni penas
y viento que, enredándose
en tus venas,
te acompañe en la vida,
te de abrigo.
Con el sol y la luna te
bendigo:
que el cielo sea un
castillo con almenas
en el que descansar, y
que hadas buenas
vuelen junto a tu alma,
estén contigo.
Tu palabra es tu ley.
Moras sereno
en tu propia guarida,
lobo altivo,
lobo salvaje, lobo
solitario.
Lobo tan fuerte y dulce,
lobo bueno,
siempre fiel a tu raza,
libre, vivo,
como el héroe de un
cuento legendario.
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