Toma tu nombre,
yo te lo devuelvo
envuelto en la tristeza de las noches.

Está un poco gastado
de tanto pronunciarlo, de sentirlo
quemándome en la lengua y en el alma,
de abrazarlo en la esquina de las horas,
de acariciarlo siempre
como el sueño más bello e imposible,
de arrastrarlo, despacio, por mi cuerpo
y de llorarle encima mi derrota.

Te devuelvo tu nombre,
la palabra más bella que conozco.

Son las únicas letras, amor mío,
que me han hecho volar.