Estos árboles tristes
van marcando las horas del otoño
con sus pasos cansados de perderte.
Tú te escondes de ellos, de mis ojos
y del balcón que cuelga desde el llanto.
El mundo pinta en gris.
Yo y mis violetas
no podemos jugar en esta ronda.
Tú siempre llevas negro y siempre pierdes.
Pensábamos, tal vez que, en la derrota,
unir dos soledades nos haría
un poco más felices.
Pero diciembre habita las estancias
de toda nuestra vida
y nos convierte en polvo entre sus dedos.
y nos convierte en polvo entre sus dedos.