A C.D.
Hace ya tanto tiempo que te había olvidado,
que he buscado esas fotos
en que mi cuerpo aún te conocía.
Fuiste mi ángel caído,
el más dulce pecado de aquella primavera,
con la noche larguísima encarnada en tu pelo
y Depeche embrujando tus ojos abisales.
Te escribía poemas
y dibujé dos alas con el kohl de mis ojos
en tu espalda desnuda.
Hoy me dices que vuelves,
que por fin reencontraste tu Ítaca perdida
y que tu rumbo tiene mi nombre tatuado.
Pero yo ya no soy un hada oscura
ni tú el dragón de Shiryu.
Han pasado mil sueños desde entonces
y es mejor conservarse en los recuerdos.
Piensa, mi bello ángel de las dudas,
que tú y yo, en la memoria y en las fotos,
aún seguimos teniendo veinte años.
No hay nada más bello que lo que nunca he tenido;
nada más amado que lo que perdí.
(Joan Manuel Serrat)
A Pipo
A Pipo
Hoy tengo que escribirle
un e-mail a tu
ausencia:
decirle que por fin apareciste
y que me dedicaste una sonrisa
como las que me dedicabas hace siglos;
decirle que en Madrid está lloviendo
y tú disparas flores
cada vez que me miras;
decirle que tus ojos aún conservan
la belleza absoluta, irrebatible
de los acantilados;
decirle que hace frío y nos mojamos
y que la única muerte
es permitir que vuelvas a alejarte;
decirle que los días son más largos,
que volverás a irte, como antes,
como siempre quizás, y para siempre…
Yo, desde no sé cuándo,
tengo dos corazones
luchándome en el pecho.
Uno se mueve al ritmo de la vida,
del trabajo, las prisas y de las frustraciones.
El otro late al ritmo de tu horario,
amanece por ti,
duerme contigo.
Acaso un corazón no era bastante…
uno mantiene el cuerpo en el que vivo,
el otro pone alas a mi alma.
En los últimos tiempos,
el otoño renace de sus propias cenizas
como un fénix de lluvia,
de grises y de olvidos.
Hay balcones de llanto
colgados de las nubes
y ascensores de sílabas subiendo
al absurdo vacío de tus ojos.
Ya no compartes bares con la luna
ni corren las palabras
a dibujar pronombres en tus labios;
ya, tus manos perfectas,
reflejo de sí mismas,
no deshabitan sueños
tan semejantes a las despedidas.
Y este corazón mío, cansado de buscarte
en la letra de todas tus canciones,
en la ausencia de todas tus llamadas
y en los pasos de todas tus aceras,
se ha rendido por fin
a la certeza hueca, indispensable,
de que el mundo se agrieta entre nosotros.
Dime, al menos, adiós. Me lo merezco.
A lo mejor así la primavera
devuelve a cada mes sus cicatrices.
el otoño renace de sus propias cenizas
como un fénix de lluvia,
de grises y de olvidos.
Hay balcones de llanto
colgados de las nubes
y ascensores de sílabas subiendo
al absurdo vacío de tus ojos.
Ya no compartes bares con la luna
ni corren las palabras
a dibujar pronombres en tus labios;
ya, tus manos perfectas,
reflejo de sí mismas,
no deshabitan sueños
tan semejantes a las despedidas.
Y este corazón mío, cansado de buscarte
en la letra de todas tus canciones,
en la ausencia de todas tus llamadas
y en los pasos de todas tus aceras,
se ha rendido por fin
a la certeza hueca, indispensable,
de que el mundo se agrieta entre nosotros.
Dime, al menos, adiós. Me lo merezco.
A lo mejor así la primavera
devuelve a cada mes sus cicatrices.
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