Si alguna vez pensaste
que cada sentimiento tiene nombre
y que las emociones más profundas
conviven con pronombres y adjetivos,
has de saber que el alma
no lleva parabrisas de conciencia
ni frenos contra sueños.

No hay un amor que aguante la embestida
de la palabra amor. No hay diccionarios
que convoquen un nombre en sus respuestas
cuando todo en el alma son preguntas
y la vida, por fin, cobra sentido.