Puede que no sonrían las farolas
al paso de esta tarde del color de las dudas
y que, apenas las noches se visten de diciembre,
el frío se apodere de tus ojos.

Puede que las palabras desdibujen
los pensamientos rotos, los recuerdos
y muchas ilusiones de paraguas y ausencias.

Y puede que se mueran las ciudades
de gentes semejantes, igual que maniquíes,
y el torpe susurrar de sus pisadas.

Conserva el resplandor.
Siempre nos pertenece el horizonte,
como París, o Roma, o el lugar de tu alma,
y esas viejas baldosas amarillas
que invitan al camino.