Acheron

No sé por qué te escribo tantos versos.
No sé por qué te ofrezco los recortes
sangrados de mi alma.
No sé por qué la aurora
se barniza en tus ojos,
de claridad profunda y misteriosa.
No sé por qué las tardes
se vuelven diferentes cuando tú das señales
de esa vida tan propia
y tan deshabitada y tan secreta.
No sé por qué la noche se hace noche
al filo de un deseo repetido
hasta volverse sueño.
Sé que te has instalado en mis cortinas
y dominas mis vistas, mis cuadernos,
y todos los relojes de mi casa.