Mortalmente me hiere cada beso
incrustado en los labios de la tarde
cuando ya estás tan lejos y tan cerca.
Mortalmente te busco en la crecida
del deseo de ti,
de tus palabras
de tu presencia o solo de tus ojos
abiertos al ocaso.
Mortalmente, la luna
desarma las cuchillas fatales de la noche
y me aleja de todo y de tu cuerpo
ensayando la ausencia
entre cada milímetro del ansia.
Y mortalmente, el sueño
me devuelve tu imagen
reinventada, escondida
en los pliegues azules de algún astro,
de todo lo que ocupas,
del más ciego de todos los secretos.